miércoles, 28 de octubre de 2009

Mi Mascota








Yo no tengo una mascota, yo soy la mascota, al igual que mi familia y millones de humanos que se creen “dueños” de criaturas peludas y de 4 patas.


Sirius Lupin Black Rodríguez Málaga, es pequeño, odioso, peludo, blanco como una oveja y con una gigante nariz negra. Hijo único de mis padres y consentido de la casa.Sus pasatiempos son saltar en los sillones, morder zapatos, comer todo el día y escuchar en la radio canciones de Leo Dan, Roberto Carlos y Ricardo Montaner.Cada vez que escucha una de sus canciones favoritas, se echa en la alfombra, cierra los ojos y se relaja, supongo que en esos momentos estará pensando en las cosas que le gustará hacer cuando salga de paseo, quizá correr por el parque, molestar a las palomas o seguir a la pequeña dálmata que tanto le gusta.

Para molestarlo cambio la estación de radio y comienza a sonar una canción de cumbia, inmediatamente salé de su estado de relajación, abre los ojos y me mira con una expresión de amargura contenida. Esos lindos ojos marrones me dicen con cierto tono de amenaza que si aprecio mi vida y mis zapatos, será mejor que regrese a la estación anterior y que ni me atreva a cambiarla de nuevo. Le pido perdón por la ofensa, soy conciente que él capaz de cumplir con la amenaza.


Es un pequeño rey y mis padres, hermana y yo somos sus humildes súbditos. Cuando tiene ganas de salir al parque y meditar largamente en uno de los árboles, lo único que tiene que hacer es coger su collar con su hocico y caminar decidido hacia uno de sus esclavos que obviamente tienen el deber de atenderlo o al menos eso lo que él piensa. Observa cuidadosamente a su victima, con delicadeza deja el collar a sus pies y con calculada intensidad le informa con la mirada cual es la misión que le esta encargando. A veces el pobre y tonto humano se rebela y le dice que no es el momento de salir. Grave error, Sirius con justificada indignación procede a vengarse. Ya sea utilizando el balcón como retrete, arañando las paredes, atacándonos los tobillos o jalándonos el cabello. Nuestro amo deja sentir su rabia y nosotros humildes esclavos aprendemos la lección de la peor forma.

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